El 8 de marzo de 1857, las obreras de la Triangle Shirt Waist Company de Nueva York se declararon en huelga y ocuparon la fábrica para denunciar las pésimas condiciones de trabajo. Ante su negativa a desalojar, fueron atacadas con bombas incendiarias. Perecieron 146 de ellas. En 1910, a instancias de Clara Zetkin, una importante líder del movimiento femenino, la Internacional Socialista, reunida en Copenhague, proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, en homenaje a las huelguistas muertas en Nueva York.
Un adagio oriental dice que “las mujeres sostienen la mitad del cielo.” Frase que además de ser bella, es de un profundo contenido. Expresa el peso y la importancia de las mujeres en la vida de la humanidad. No de ahora, sino desde siempre. Pero en esta historia existe una parte lamentable: El que todas las sociedades, desde hace miles de años, han sometido a las mujeres a todo tipo de tratos desiguales y abusivos.
Convirtamos, entonces, el Ocho de Marzo en un día de reflexión y de jornada para lograr que los reconocimientos hechos a las mujeres se materialicen no solo en la legislación, en la que existen avances, sino por sobre todo en la práctica. La invitación que formulo hoy a las líderes comunales, a la mujer sindicalista, a las dirigentes agrarias, a las jóvenes estudiantes,a las trabajadoras ferroviarias, a las maestras y, en general, a todas aquellas que aspiran a una patria libre y soberana es a forjar la más sólida unidad de todos los patriotas.
La situación social se ha venido deteriorando para todo el conjunto de la población asalariada y desempleada, lo que pone en evidencia una vez más que, aun si las mujeres lograran hacer realidad todos y cada uno de los derechos privativos de su género, se hallarían a mitad de camino en la batalla por la emancipación social, común a las mujeres y a los hombres del pueblo.
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