La Unión Obrera Metalúrgica prepara su Congreso Nacional Extraordinario de delegados del 11 al 13 de abril en Mar del Plata.
Posiblemente sea el congreso más importante desde el fallecimiento de Lorenzo Mariano Miguel. Desde antes de entonces, el sindicato no estuvo permanentemente como actor principal en la discusión de los lineamientos del poder político sindical, al ser la industria una de las actividades más castigadas de los ’90, en donde reinaban los gordos, que -¿Paradójicamente?- para el próximo Confederal serán sus aliados.
La eclosión de la relación con Moyano, El cambio en el paradigma económico y sindical del gobierno, por otro lado la acción político-gremial de Antonio Caló, su actitud persistente de apoyo irrestricto al kirchnerismo y un perfil ideológico nuevo que vino trabajando desde hace un tiempo que lo recicla entre los “apropiados” del cristinismo, confluyen en que nuevamente la UOM, uno de los sindicatos más significativos en la historia de la puja gremial del siglo XX , juegue hoy, con un candidato con cartas con señas.
Antonio Caló desde la asunción de Kirchner es kirchnerista. Con claridad, apoyó incondicionalmente al ex presidente y esa lealtad le valió el reconocimiento de haber sido el silencioso muletto, allá por el 2007, en caso que a Néstor se le pusiera arisco Moyano. Caló, sin heredar su carisma, fue el lógico sucesor de Lorenzo Miguel. Inclaudicable, reivindica a cada paso la historia gremial del “Loro”, y al igual que al kirchnerismo, a Caló no le da vértigo la diferencia de las vertientes ideológicas que nutren el pasado político de los actuales aliados.
Ahora, lo que empezó como una idea de laboratorio que circuló sin mucha fuerza primero, ante la carencia de dirigentes del propio palo kirchnerista o de un ala más combativa que pudieran hacerle frente al poder del camionero, se consolidó por defecto, después.
Ante la hipótesis de adelantar el conflicto -que siempre es parte de la mesa de arena básica del kirchnerismo-, la línea de avanzada puesta por el gobierno se robusteció oportunamente con la diferenciación del moyanismo en la campaña presidencial. A más bravata moyanista –porque se jactaban del poder de convocatoria que sí tenían- la alianza metalúrgica era confirmada y premiada. El hecho ya poco mencionado que en las listas salibles y generosas del FPV de provincia Gdansky fuera nada menos que número 4 y a Piumato en las listas imposibles Capital se le ofreciera el 9, no habla del reconocimiento a la experiencia del “Ruso” por sobre la invalorable labor del judicial en la defensa ideológica del kirchnerismo, si no del gesto de autoridad de Cristina con la afinidad a su proyecto sindical.
Coherente con el paradigma industrial y la alianza que por el empresariado tiene como cara visible a Ignacio de Mendiguren, Caló, como otras esperanzas kirchneristas, se viene armando desde ya hace cerca de cinco años, entonces. Ora en silencio, ora en apoyo expreso, público y abierto al gobierno, ellos toman la lectura de la “relatividad política”, de hoy, al momento de replantear su cosmovisión sindical, y desandan el camino de frontalidad con que otros sectores exigen más compromiso del gobierno. En la etapa de la “sintonía fina” y las restricciones económicas, los metalúrgicos son del pelotón de sindicalistas que dicen exactamente lo que le gusta escuchar a Cristina Fernández, y abrevan la doctrina de su discurso en la relación directa con los telefonemas de algunos ministerios.
Su voluntad de encuadramiento político, el bajo perfil, su paciencia china, una discreta pero mayor trayectoria que otros -en suma el verdadero caudal político de Caló,- han venido dando resultados. En donde lo principal del contexto en que se desenvuelve la política sindical sigue siendo la dialéctica con la porción de poder que maneja Moyano, Caló ha venido cumpliendo con éxito los pasos –preservarse- que lo llevan a aprovechar mejor el escenario como el candidato ideal del Gobierno de Cristina.
Liderazgos metalúrgicos.
Sobre el horizonte de la historia del poder, difícilmente se logre ver recortadas otras figuras más relevantes -con sus claroscuros- que Vandor, Miguel, Rucci y fugazmente Víctor Calabró, en el mundo de los metalúrgicos. Otra es la historia de los que no lo lograron tener, más cerca de la lucha y el bronce, como los Cabo.
Para el caso de Armando Cabo, con la intervención militar de las organizaciones obreras y la represión de dirigentes, comandó en un tiempo la CGT en la clandestinidad que se llamó la Auténtica o de la Resistencia. Jamás tuvo poder, pero es uno de los meritorios culpables de la legendaria lucha de la resistencia sindical.
En las antípodas de la historia, el Lobo Vandor nunca pudo acceder en consenso al sillón de la CGT. Se ganó por persistencia la titularidad de una de las fracciones de la CGT del ’68, que él ayudo a quebrar, en donde la política sindical se dividía entre colaboracionistas y los combativos y de pie junto a Perón de las 62 y la CGT de Los Argentinos. Vandor, el más poderoso, el más experimentado, con más hambre de poder, estuvo en la olvidable experiencia.
De los rutilantes en el ámbito público sindical, solo Rucci, con el explícito apoyo de Perón, pudo ingresar al Hall of Fame como titular cegetista, legitimado por casi todo el arco del peronismo –por lo menos el oficialista- no obstante los cuestionamientos de haber estado recostado en sectores colaboracionistas. La elección de Perón sobre Rucci en la CGT, de la UOM seccional Sán Nicolás, era una postergación de Lorenzo Miguel, el verdadero liderazgo metalúrgico.
Esta figura, Lorenzo Miguel, sucedió a Vandor y fue desde entonces el verdadero mando dentro del gremio. Alcanzó brillo propio en las 62 Organizaciones Peronistas. Otra usina de poder sindical y desde allí supo confundirse como líder, y construir su habilidad y su notoriedad como el gran armador del sindicalismo post Perón, sin sentarse en Azopardo.
Con posterioridad al retorno de la democracia, luego de la experiencia de Alfonsín, en la agonía laboral de los comienzos del menemismo, cuando los sindicalistas probos tenían que usar saco y corbata, Naldo Brunelli -aún a cargo de la UOM San Nicolás- pasó dos años por la titularidad de la CGT unificada. Fue el segundo metalúrgico en ese lugar, y además de haberse adecentado a los tiempos menemistas, lucía un breve pasado como combativo sindicalista .
En el ’72, entonces, la UOM que tejía la historia política argentina desde el sindicato, ponía a Rucci en la CGT –por voluntad de Perón-, A Lorenzo Miguel en las 62, y a Víctor Calabró en la sucesión de la gobernación de la provincia más poderosa. Hoy, sin dibujar la historia ni tanto hambre de poder, podría llenar de nuevo la historia sindical, pero sin figuras eclipsantes.
Como hace pocos días recordó un diario, presagiando la interna, ninguno de los metalúrgicos que accedieron a la conducción de la CGT, preservó a su vez, la titularidad del gremio. Lo que es cierto.
Lo que mal infiere este diario, es que tales internas puedan llegar a condicionar el apoyo interno de Caló. Es claro que el mismo esquema de poder interno, como hace cuarenta años, la hoguera de las vanidades, en la relativa paridad de liderazgos, hace que el apoyo de los propios metalúrgicos deba construirse con la negociación del secretariado nacional, hacia adentro. Peor de ningún modo desde el sindicato se duda que su candidato pueda ser Caló, hacia afuera.
Por ello, este congreso de abril, lo que dejará será la primera mirada de la composición de los acuerdos internos metalúrgicos, en donde se irá definiendo quien sucederá a Caló, si finalmente es el ungido.
Moyano –o el Moyanismo- diez años atrás de su primera participación en el triunvirato cegetista del 2002/3 (Moyano-Lingeri- Rueda) ya construía su poder en el Movimiento de Trabajadores Argentinos, mostrando sus ganas, en la diferenciación al modelo sindical del menemismo. Ya existía un discurso, perfilaba aliados, tenían distinguido la enemigo ideológico, y experimentaba la tensión propia de la conducción, como primus entre pares.
En caso de llegar, los metalúrgicos no tienen un ejercicio de conducción sindical similar. En su nuevo rol, consciente de ser un factor axial en el Confederal, la UOM deberá ir perfilando el nuevo discurso sindical, la flexibilidad de las concesiones, su arco de alianzas, y su perfil negociador con el moyanismo. También la doctrina que le permita, dentro de un discurso progresista, integrar a los gordos, que hasta el momento, serán lo aliados obligados, del candidato del gobierno. En tanto, los independientes, en la misma baldosa oficialista, astilla del mismo palo, siguen animando esperanzas propias.
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