miércoles, 25 de septiembre de 2013

A 40 AÑOS DE LA DESAPARICION FISICA DE JOSE IGNACIO RUCCI



“Compañeros:

Tenemos la obligación de saber quiénes nos combaten y por qué causa nos combaten.

El Movimiento Obrero a partir de 1945 tiene acto de presencia cierta en nuestro país. En los años anteriores simplemente se trataba de asociaciones ilegítimas, dado que no contaban con el instrumento legal que le posibilitara a los trabajadores organizarse sindicalmente para defender sus derechos; incluso, para plasmar sus conquistas en sus convenciones colectivas de trabajo.

Trabajador que se reunía clandestinamente, trabajador que era detenido y calificado de “anarquista” o de todo aquello que podía, de alguna manera, justificar que ese individuo estaba atentando contra la sociedad; en consecuencia era un delincuente y tenía que ir a parar con sus huesos a la cárcel.

Felizmente, en el escenario político aparece la ilustre figura de quien más tarde iba a ser el supremo conductor de los argentinos, y desde la misión que cumple, surge como fiel intérprete de las inquietudes, de las frustraciones, del derecho y de la dignidad que deben permanecer en todos los trabajadores argentinos. Y es el General Perón quien le otorga legitimidad a los trabajadores. Aparece la ley que llegó a denominarse Ley de Asociaciones Profesionales, por primera vez en la historia del Movimiento Obrero. Y así, amparados por ese derecho consagrado en la ley, los trabajadores constituyen sus sindicatos, les dan vida orgánica, se estructuran, y nace lo que sería la central obrera, la Confederación General del Trabajo de la República Argentina.

De 1945 a 1955, la legislación laboral adquiere plena vigencia; y su vigencia supera incluso la legislación de otros países que, se supone, sindicalmente deberían estar mucho más avanzados que nuestro país. En esa perfecta vinculación de objetivos que se mantienen entre la clase trabajadora a nivel de su central obrera y un gobierno popular, se consagran leyes que en definitiva significan amparo al despido, vacaciones, jubilaciones, aguinaldo. Se consagra la Ley 14.250 que permite a los trabajadores legislar sus propias convenciones colectivas de trabajo. Y todo esto tiene un valor, quizá muy poco calculado, yo diría hasta por los propios trabajadores. Porque si la cotejamos con este tipo de disposiciones que tienen países más avanzados, (recientemente la Confederación General del Trabajo ha tenido la oportunidad de vivirlo en Ginebra) nos encontramos con la triste realidad que hay países que todavía están pensando cómo puede sancionarse una ley que permita que los trabajadores puedan jubilarse. Y nosotros esa Ley hace que la tenemos: ¡25 años!

Todo esto fue el resultado de la absoluta coincidencia de un Movimiento Obrero que quería pensar, pero intereses espurios no lo dejaban pensar.

Cuando se logró ese glorioso 17 de Octubre, fue el vínculo de Pueblo y Fuerzas Armadas. Pueblo que no era de ninguna manera patrimonio exclusivo de los trabajadores, sino que pueblo era la participación de todos los sectores de la vida nacional: trabajadores, empresarios y estudiantado. Ese pueblo, en estrecha vinculación con las Fuerzas Armadas logró que desde 1945 a 1955 reinara la felicidad para todos los argentinos, e indiscutiblemente durante todo ese proceso le tocó al Movimiento Obrero no ser testigo, sino protagonista de las grandes decisiones que en ese momento se ejecutaban dentro de nuestro país.
Una negra noche de setiembre de 1955, quedó truncada la revolución justicialista, que no era la revolución de unos pocos, sino que era la Revolución del Pueblo, era la Revolución de la Nación. De ahí en más, como no podía ser de otra manera, el Movimiento Obrero se debate en la clandestinidad, se confunde en su lucha, e indiscutiblemente esa violenta transformación que sufrió nuestro país, en alguna medida, también la tuvo que sufrir el Movimiento Obrero.

Felizmente esa transformación no se dio en lo qué nosotros hemos llamado las bases; pero por imperio de la fuerza se dio a nivel de dirigentes. Porque no hubo un solo dirigente gremial que no fuera a parar a las cárceles, precisamente por ejercer con responsabilidad la defensa de los trabajadores.

Fueron asaltados los sindicatos, y así se da también la trágica coincidencia donde los polos se juntan, y vemos como la central obrera es asaltada por aquellos que hacían mal uso de la palabra “libertad” y por aquellos “mercenarios” de la política internacional. Ambas fuerzas, que en la superficie aparecen como antagónicas, se reunieron para asaltar las organizaciones sindicales, enajenar sus bienes e, indiscutiblemente, ponerlas al servicio de sus intereses que eran ajenos a los intereses de los trabajadores.

Tremendos padecimientos sufrió el Movimiento Obrero, huérfano de dirigentes, porque todos estábamos en las cárceles. Y quizá con condiciones muy distintas a las actuales. Muchos dirigentes a los que hoy se califica como “burócratas”, fuimos a parar con nuestros huesos a las bodegas de los barcos por el solo delito de defender lo que nosotros entendíamos era un derecho consagrado por el pueblo.

El Movimiento Obrero, a pesar de estar huérfano de conducción, tenemos la gran suerte de que es un Movimiento Obrero extraordinariamente capacitado, perfectamente esclarecido, y con un profundo sentimiento nacional que, aquellos que en el festín de la impudicia se juntaron en 1955 para derrotarlo, no pudieron consumar el hecho por la sencilla razón que los argentinos tenemos el tremendo orgullo de contar con un Movimiento Obrero que sabe pensar, que está dignificado y que sabe hacer honor a aquel que legó como ejemplo una conducta y un profundo sentimiento de amor a la Patria: el General Juan Domingo Perón.

Y así vemos como la CGT tiene sus enemigos; lo importante es determinar quiénes son sus enemigos, y también es importante saber por qué son enemigos de la CGT. Esta CGT ha sido normalizada estatutariamente, no como resultado de especulaciones o componendas de un determinado grupo de dirigentes, sino como resultado de un Congreso, del que participaron delegaciones que se desparraman a lo largo y a lo ancho del país; con una representación que abarcaba, incluso, al 60% de compañeros del interior; Congreso con la participación de la totalidad de las organizaciones sindicales del país, que le dieron vida orgánica y que consagraron su conducción.

En aquella oportunidad, constituidas las autoridades que iban a asumir la responsabilidad de la conducción del Movimiento Obrero, hicimos algunas observaciones que quizá para algunos se trataba, nada más ni nada menos, que de una simple declamación demagógica. Dijimos que la CGT, tenía el deber ineludible de no limitar su gestión a la simple demanda que puede significar un aumento de salarios. Y esto no es el resultado de algo que no tenga explicación.

Si nosotros nos detenemos un instante y calificamos a aquellos que así piensan, indiscutiblemente comprenderíamos que de ninguna manera la CGT puede limitar su gestión simplemente a que se le incrementen los salarios a los trabajadores. Si nosotros nos preocupamos y leemos algunos editoriales de la prensa encontraremos una total coincidencia con este pensamiento.

Porque uno de los peores enemigos que tienen los enemigos del Movimiento Obrero es que el trabajador piense; y esta CGT piensa, asume responsabilidades, sabe cuál es el camino que tiene que transitar, y sabe cuál es el objetivo que tiene que lograr. E indiscutiblemente esto nos indica que el objetivo no es el salario, porque el salario es el efecto de una gran causa y esa causa se llama prostitución política que vive el país a partir del mismo instante en que fue usurpado el poder del pueblo.

Dijimos que la Confederación General del Trabajo era un organismo que estaba perfectamente persuadido sobre cuál era la misión que debía cumplir, y por eso reafirmamos que íbamos a incursionar en todos los grandes problemas, ya sean políticos o sociales. Y así es como algunos, felizmente pocos pero perfectamente individualizados, se arrancaban los pelos cuando la CGT declaró solemnemente que si el Peronismo era una filosofía que se nutría del Pueblo, y dentro de ese Pueblo, del Movimiento Obrero, la CGT no podía caer en la hipocresía de negar esa realidad y por eso se declaró, a lo largo y a lo ancho del país, que había una CGT peronista.

Y esto lo decimos, porque nadie puede negar que un Movimiento Obrero que no está imbuido de un esquema político, que no sabe pensar, en definitiva, un Movimiento Obrero que no tenga una filosofía política para definirse ante los grandes acontecimientos políticos del país, es un cuerpo amorfo y no sirve.

Por eso nosotros decimos: la CGT frente al país es un organismo que está al servicio de los supremos intereses de la Nación. Y no sabe de sectores así como tampoco es un organismo partidista. Porque quienes así la califican pretenden confundir o empequeñecer la alta misión que tiene encomendada la CGT por el Movimiento Obrero argentino.
La CGT es, podemos decirlo sin temor a equivocarnos, el único organismo legítimo que tienen los argentinos porque ni siquiera el gobierno puede decir que es legítimo porque nadie lo eligió. Y la CGT no es partidista por la sencilla razón que es peronista.

Al Peronismo de ninguna manera se lo puede confundir con un partido político: el Peronismo es la esencia de un gran movimiento revolucionario. Es por eso que la Confederación General del Trabajo no está en la política partidista, sino que está en la gran política de todos los argentinos, que no sabe de “sectores”, que no sabe de especulaciones de ninguna naturaleza, y que en definitiva es la gran política que ejerce Juan Domingo Perón.

No nos preocupan los ataques, porque así como es importante vencer al enemigo, también es importante conocer al enemigo, y felizmente la CGT conoce a sus enemigos. Indiscutiblemente todos estamos perfectamente en claro cuál es el proceso que se está gestando en nuestro país. Más precisamente las fuerzas populares, y dentro de esas fuerzas populares, el Movimiento Obrero, y dentro del Movimiento Obrero el Peronismo. Pero también debemos entender alguna vez, fundamentalmente aquellos que hemos asumido la responsabilidad de dirigentes, que los cargos -y así es porque así pensamos todos- los cargos deben ajustar su cometido a una línea de conducta y las líneas de conducta no saben de especulaciones de ninguna naturaleza. Esta línea de conducta nos debe llevar a todos a no ignorar que hay una juventud que golpea para que se le abran las puertas porque está cansada de ser testigo y quiere ser también protagonista de este proceso.

Y así, la juventud, mancomunada con el Movimiento Obrero organizado, en sus sindicatos y en su central obrera, tenemos el deber irrenunciable de liderar este proceso. No porque pensemos que ello nos va a permitir hacernos dueños de un “paquete político”, sino simplemente porque este proceso está tan balanceado, que tenemos nosotros el deber de que nadie desnaturalice aquello que nos legaron nuestros mayores: ese profundo sentimiento nacional que tenemos todos los argentinos, y que indiscutiblemente nace en la espada de San Martín, se agita en el poncho de Rosas y se ejecuta con la doctrina de Perón.

Así será el proceso, y la CGT, que cuenta en su seno con todas las organizaciones sindicales del país, está perfectamente clara y decidida dentro de este proceso, y tiene también su línea de conducta. Esa línea de conducta, indiscutiblemente se ajusta a una filosofía política que su creador, Juan Domingo Perón, ha denominado Tercera Posición”.

José Ignacio Rucci
Mar del Plata
17 de Agosto de 1971

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