miércoles, 25 de enero de 2012

PARITARIAS:EL PELIGROSO ARTE DE LA IMPOSTURA

Si debiéramos intentar una definición simple para las paritarias; podríamos decir, sin caer en falsedades, que se trata de una comisión mixta, integrada por gremio y empresa en partes iguales, para analizar puntos específicos de las relaciones laborales, salarios entre ellos. El estado, en estos casos, queda representado por el Ministerio de Trabajo como autoridad de aplicación. Este organismo designa a uno de sus representantes para presidir la comisión; con el sólo fin de conciliar en las negociaciones, y homologar los acuerdos alcanzados.
Si estamos de acuerdo hasta aquí, nos permitimos preguntarnos, como sano estímulo para la observación del tema: ¿en qué parte de la definición de arriba se menciona el papel del estado comodefinidor de los alcances de la negociación?
Efectivamente: en ninguna.
Es un concepto muy llano: Si el rol del estado es imponer parámetros al análisis salarial, ¿qué rol cumplen las otras partes de la comisión paritaria? Respuesta correcta otra vez: ninguno.
En esta última semana los medios difundieron opiniones sugerentes (surgidas en apariencia desde una serie de acercamientos del gobierno hacia representantes gremiales y empresarios, en la postura de concertar un régimen que encadenaría los aumentos salariales a un parámetro consensuado de inflación), que insinuaban un 18% de incremento como techo para las próximas paritarias.
Sin embargo, de inmediato los mismos medios divulgaron la desconfianza de los empresarios en que el gobierno pueda aplicar su criterio, por lo menos hasta que no se produzca un cambio significativo a la baja en las expectativas inflacionarias; considerando que, de mantenerse este escenario, los acuerdos salariales culminarán con aumentos que se aproximarán más al 25% que al 18% pretendido por la Casa Rosada.
Y durante las pocas horas siguientes, se registraron declaraciones a medios radiales de algún dirigente gremial, según quien el propio ministro de trabajo le confirmó que no hay definiciones específicas de ningún miembro del gobierno; y que se respetaría lo que se acordara en paritarias.
Lo cierto es que, entre idas y venidas, algunos de los representantes de las partes intervinientes en las negociaciones, ya han salido a la arena y, sean cuales fueren sus cometidos, empiezan a referir alcances y limitaciones al próximo acuerdo económico.
Una cosa es reconocer el regreso de las paritarias a la vida laboral y sindical, inequívocamente adjudicable a la gestión inicial de Nestor Kirchner. Otra muy distinta es asignar al estado atribuciones que exceden su rol natural de moderador. Porque de esta forma, se desvirtúa drásticamente el espíritu paritario, convirtiendo a los negociadores en simples impostores, que juegan a discutir por un momento algo que de antemano les ha sido impuesto.
Los paritarios (empresarios y gremios) vivimos en este país, y conocemos los índices macroeconómicos, políticos y culturales que rigen en cada momento de nuestra vida como nación. Nadie debe temer por pedidos desbordados, ni expectativas infundadas.
Pero si hemos recuperado una instancia de negociación tan importante como las paritarias, nos debemos la honra de tratar salarios libremente. Con sentido patriótico y solidario; con sensatez y sensibilidad. Pero libremente.
De otro modo, todos corremos el riesgo de hacernos adictos al arte de la impostura. Y terminaríamos creyendo que somos una nación libre, soberana y magnífica, sólo porque actuamos bien ese papel.
Quizás resultaría más sencillo si, en lugar de simular ser un gran país, lo fuéramos acabadamente.

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