Uno aprende muchas cosas en sus años de oficio, pero quizá lo más difícil sea dar una noticia cuando esta todavía no se produjo. El lunes 20 de diciembre, es decir, dentro de tres días, Constitución puede estallar. Es probable que mucha gente llegue a la ventanilla de Ferrobaires para comprobar que su pasaje no lo lleva a Mar del Plata sino a la decepción, y todo producto de una sobreventa general de tickets. Es probable, también, que toda esa gente se enoje y reaccione mal, y casi seguro que, si esto ocurre, no falten móviles de TV registrando el caos, en una fecha de alto voltaje político y emocional: el aniversario del 19 y 20 de diciembre de 2001. Uno puede imaginarse la escena, en este ejercicio de algo que podría llamarse “periodismo de antipación”. Todo esto puede suceder o no. Si Dios creó el mundo en siete días, qué no puede deshacer en tres, pero si se analiza la reacción que anoche tuvo Juan Pablo Schiavi, el secretario de Transportes de la Nación -cumpliendo directivas de Julio De Vido y Cristina Kirchner-, enviándole una nota urgente a Daniel Scioli -de quien depende Ferrobaires- para que “se proceda a desocupar por parte de la Unidad Ejecutora del Programa Ferroviario Provincial (UEPFP) y/o Ferrobaires y/o cualquier empresa autorizada por la misma, todas las áreas de las que ocupa en la Estación Terminal Plaza Constitución y aledaños”; y advirtiendo que “el gobierno nacional deslinda todo tipo de responsabilidad ante el comportamiento o hechos que pudieran ser ocasionados por el personal o allegados a Ferrobaires”, hay que reconocer que la versión de la reventa con escándalo fue tomada muy en serio por la Casa Rosada. En ese sentido, la resolución oficial responde a una contextualización evidente: ese mismo lunes 20, Eduardo Duhalde hablará en un acto en Costa Salguero. El afiche convocante, de carácter temerario, está poblado de llamas. Su discurso, últimamente, se centra en la falta de ley y orden. El control operacional de Ferrobaires es atribuido por distintas fuentes políticas y periodísticas a Eduardo Trezza, un ex menemista luego reciclado en duhaldista.
Que el poder sea paranoico no decreta la inexistencia de conspiraciones. Si esto fuera el guión de una hipotética película, podría resumirse en cuatro pasos:
1) La gente estalla en el hall de Constitución, al sentirse estafada.
2) Duhalde habla en Costa Salguero, como si fuera un estadista.
3) Los canales de noticias parten pantalla y, en simultaneo, dan las dos noticias.
4) Hay descontrol, mientras un hombre promete mano dura para restaurar el orden.
Hay pocas certezas en la vida. Mañana va a amanecer. Esa es una. Dos más dos son cuatro. Esa es otra.
Y todos sabemos, desde pequeños, que las brujas no existen......
2 comentarios:
como la gente de ferrobaires se presta a semejante barbaridad, por que no piensan en el tren y los ferroviarios
que le van a querer hacer a cristina dejen de ver fantasmas
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