Lo fueron a buscar al Hospital Militar. Generales que no deseaban su restitución recibieron la orden: "Traigan a Perón".
Por Roberto Di Sandro
El 17 de octubre es una fecha emblemática para el país. En ese momento nace un movimiento que tiene un solo objetivo: darle dignidad al pueblo argentino. Se genera allí la verdadera revolución social en nuestro país, con la llegada de uno de los líderes más trascendentes de la historia argentina: el general Juan Domingo Perón, en ese momento coronel. Un “Coronel del Pueblo”, como se lo llamó a poco de asumir el Departamento Nacional de Trabajo, durante el gobierno del general Edelmiro J. Farrell.
“¿Qué pidió ese coronel?”, exclamó entonces el general Avalos, uno de los tantos militares que no querían a Perón y que solo buscaban su destitución dentro de los cuadros del ejército y por ende de la política nacional. Pero no pudo. El 17 de octubre de 1945 el pueblo salió a la calle para que su líder asumiera el timón del país, ante la resistencia de las jerarquías de las Fuerzas Armadas.
Perón había sido llevado de su cautiverio en la isla Martín García al Hospital Militar. De pronto, dentro de la Casa Rosada, mientras el pueblo convergía por todos lados hacia la Plaza de Mayo, un periodista de esos tiempos vio cómo avanzaba la impresionante caravana y exclamó: “General, vayan a buscarlo a Perón porque si no van a derrumbar la Casa de Gobierno”. Y Farrell tomó la decisión de ir a buscarlo. En tanto, el pueblo se volcó al histórico paseo. Cruzó los puentes, lo hizo hasta nadando desde distintos puntos de la provincia de Buenos Aires.
La marea humana era incontenible y el amplio recinto resultaba chico para acoger a más de cien mil personas, a las que se les fueron sumando otras delegaciones. Al grito de “Perón, Perón”, la muchedumbre sobrepasó todo lo previsto. Eran las 22.30 y el futuro líder del justicialismo permanecía aún en el Hospital Militar. Un llamado desde la Rosada y de inmediato surgió la orden de uno de los que custodiaban al detenido militar. “Hay que llevar a Perón a la Casa Rosada”, exclamó. Minutos más tarde, el coronel ingresó por una de las puertas reservadas de Paseo Colón 5. Lo acompañaron hasta el ascensor y allí se encontró con Farrell.
En la calle las voces del pueblo se hacían sentir con el grito: “Queremos a nuestro líder”. Las paredes del edificio retumbaban. Era impresionante. El general Avalos se agarraba la cabeza. La emoción de muchos empleados de la casa se hacía sentir en los pasillos. Perón ya estaba en la Rosada, y Farrell no esperó un instante más para decirle: “Coronel, hable. Lo están esperando”. Se había instalado un cable que cruzaba desde la Rosada hasta la terraza del Banco Nación.
La radio iba a transmitir el mensaje, el primero, de un día de gloria, a todo el país. Antes de eso, ya eran las 23.30, Perón, dirigiéndose a Farrel, apuntó: “General deme un segundo”. Los que estaban alrededor de la escena -entre otros fotógrafos mi padre, Carmelo Di Sandro, quien luego sería el reportero gráfico oficial- escucharon todo. Perón tomó respiro y salió al balcón.
La Plaza estalló y el coronel comenzó a hablar. En las fuentes que allí había en ese entonces esperaba la gente que había llegado muy temprano. Las exclamaciones de cariño hacia él no terminaban nunca. La palabra del creador del justicialismo resonó como emblema para los tiempos y allí comenzó, entonces, a tejerse la unión definitiva de un líder con el pueblo que lo comprendió y se convirtió en lo que muchos llaman hoy “progresismo”. Ese estilo se inició aquel 17 de octubre de 1945 y hoy perdura en los gobiernos peronistas que, aunque con diferentes matices, siempre se abrazaron a esos dos grandes de la historia: Perón y Evita.
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